El tratamiento de un niño con TDAH ha de ser multidisciplinar e integral en todos los ámbitos de su vida:
familia, educación y sanidad. Por tanto, una vez detectados los síntomas y
dificultades en el niño, debe hacerse un diagnóstico precoz en el que la familia aporte toda la información
disponible junto a la recogida en el ámbito escolar y sanitario.
Cualquier intervención en el
TDAH debe pasar por la comunicación a
los medios implicados (familia y centro educativo, fundamentalmente) de los
conocimientos básicos sobre el trastorno, su origen, sus síntomas y
consecuencias y sus diversos tratamientos. Cuanto mayor sea el conocimiento de
los padres sobre el trastorno de su hijo más fácil resultará la posterior
intervención y más probable será su éxito. Además, los padres mejorarán las
percepciones que tienen de sus hijos y su trastorno, y de sus propias
capacidades como padres, ayudando además a liberarles de la sensación de culpa
que este tipo de trastornos suelen generar.
También es conveniente que los
integrantes de la familia compartan sus
experiencias, fortalezas y carencias con grupos de familias que viven
situaciones similares al contar con miembros con TDAH, debido a que, al
escuchar a otras personas, es posible identificarse, comprender y abordar el
trastorno familiar de manera diferente y más funcional. Esto puede lograrse participando
en las diferentes asociaciones existentes.
La comunicación permanente con el
colegio y los acuerdos que se logren en cuanto a pautas de intervención, normas
mínimas de disciplina y convivencia potenciarán los esfuerzos de cada uno.
En este
sentido, es fundamental el mantenimiento desde el centro educativo de entrevistas regulares con la familia
para el intercambio de información, tanto del comportamiento del alumno en casa
como en el centro educativo. En estas entrevistas se comentarán las
dificultades encontradas y los progresos en el plano académico, social y
emocional, resaltando los aspectos positivos, la posibilidad de progreso y los
objetivos más que las dificultades. Se deberá trabajar conjuntamente para
intervenciones comunes y objetivos concretos y planificados que se revisarán de
forma periódica.
La familia deberá supervisar la agenda escolar
como medio para controlar los deberes, exámenes, trabajos, material, etc. y
para comunicarnos puntualmente con el profesorado.
Es importante
la utilización de estrategias comunes entre la familia y la escuela para controlar la conducta pues multiplicará
la eficacia de las mismas.
·
Hablarles con claridad, de forma directa y
mirándole a los ojos. Las instrucciones deben ser cortas y concretas,
asegurándonos de que las ha comprendido.
·
Ser coherentes y mantener las mismas
expectativas en casa y en el colegio, lo que el niño puede conseguir en un
ámbito lo puede conseguir en el otro.
·
Establecer normas de conducta explícitas, claras
y comprensibles para el niño. Deben ser consistentes, de tal forma que las
estrategias y las normas deben ser siempre las mismas al igual que las
consecuencias.
·
Expresar claramente las consecuencias del mal
comportamiento y ser coherente en su aplicación. Hay que actuar de manera
inmediata.
·
Utilizar más la recompensa que el castigo,
reforzando las conductas positivas. Cuando el comportamiento es el adecuado hay
que indicarlo y felicitarle por ello.
·
Ser persistentes, pues los cambios tardan en
producirse.
·
Los padres deben convertirse en un modelo para
su hijo dando una imagen adecuada y enseñándole estrategias de autocontrol,
planificación, etc.
·
Se debe crear en casa un ambiente relajado y
libre de estrés que contribuya a que los niños se muestren más tranquilos.
Es importante lograr el establecimiento de
rutinas y un horario estable en casa que ayude a los niños a afrontar sus
responsabilidades. Hay que tener en cuenta que los niños con TDAH necesitan más
estructuración y supervisión para organizarse y manejar el tiempo.
La familia debe
ayudar a que su hijo/a realice las
tareas en casa y realice los aprendizajes iniciados en el colegio mediante
diferentes estrategias:
·
Gestión del tiempo de estudio. Enseñarle a
establecer unas rutinas a la hora de los deberes, hacer descansos breves y
frecuentes, realizar lo más difícil al principio, cuando la atención es mayor.
·
Optimización del estudio, dividiendo las tareas
e información en apartados menor tamaño.
·
Organización del material: utilizar siempre el
mismo lugar de estudio y sin elementos que le puedan distraer, ayudarles a
preparar la mochila asegurándose de que prepara todo el material necesario para
el día siguiente.
·
Reforzar la realización de las tareas.
Establecer conjuntamente con su hijo plazos realistas para hacer los deberes y
estudiar, y acordar las recompensas por el trabajo bien hecho: tiempo para ver
la televisión o jugar, actividades con la familia que gusten, algún extra para
el fin de semana,…
La familia
debe ayudar a su hijo en su desarrollo
emocional y autoestima y a afrontar sus dificultades con realismo y
espíritu de superación, enseñándole a distinguir sus emociones y a
controlarlas. Los fracasos continuos pueden afectar a su autoestima, por lo que
es conveniente proporcionarle actividades en las que pueda tener éxito.
También la
familia debe facilitarle el establecimiento
de relaciones sociales a través de actividades de juego de grupo adecuadas
a su edad, con supervisión si fuera necesario.
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